¿Puede una inteligencia artificial aprender a partir de obras protegidas sin pedir permiso? Anthropic, uno de los gigantes en IA, está a punto de desembolsar 1.500 millones de dólares tras verse envuelta en la mayor demanda por derechos de autor en la historia reciente de la tecnología. Una cifra imponente y toda una sacudida para la industria digital, que apenas comienza a buscar límites claros para el entrenamiento de sus sistemas. Vamos al trasfondo de la polémica, explicando qué significa este acuerdo y qué implicaciones deja para escritores, desarrolladores y quienes creemos que la IA es —o debería ser— mucho más que copiar y pegar bits ajenos.
Anthropic, libros pirateados y una tormenta judicial millonaria
El verano pasado, un grupo de autores decidieron llevar a los tribunales a Anthropic, la compañía responsable de Claude, por utilizar “cientos de miles de libros con derechos de autor” para entrenar sus modelos de IA. Hablamos de copias físicas y datos extraídos de ‘The Pile’, un enorme conjunto de datos ‘open source’ que incluye la polémica biblioteca Books3, conocida por recopilar libros electrónicos pirateados. ¿El resultado? Una batalla feroz por la propiedad intelectual.
El veredicto inicial: ¿Transformar es suficiente?
El caso aterrizó en la corte del Distrito Norte de California bajo la mirada del juez William Alsup, quien emitió un fallo peculiar: Sí se puede usar obras compradas legalmente para entrenar IA, siempre que el uso sea “transformador”. Pero el verdadero problema estaba en los títulos descargados sin permiso, una práctica que, para la justicia, cruzaba todos los límites éticos y legales.
En palabras del propio Alsup, Anthropic tenía alternativas —podía comprar los libros— y, sin embargo, acudió a fuentes pirata para nutrir sus algoritmos. Con ese matiz sobre la mesa, la firma quedó en la cuerda floja para enfrentar un segundo juicio todavía más polémico.
Un acuerdo récord: 1.500 millones de dólares y el futuro de la IA
En lugar de seguir peleando en los tribunales, Anthropic acordó abonar nada menos que 1.500 millones de dólares (unos 1.278 millones de euros) para resolver la demanda colectiva. El acuerdo implica el pago de unos 3.000 dólares por cada obra empleada —muy por encima de los 750 dólares por libro que se habían barajado anteriormente como multa base.
- Aproximadamente 500.000 títulos reconocidos como dañados.
- Obligación de destruir las copias pirateadas y todas las derivadas.
- Pendiente de aprobación judicial definitiva (audiencia prevista para el mismo 8 de septiembre).
No menos importante, el compromiso de Anthropic no implica que, a partir de ahora, puedan usar estas obras para entrenamiento, ni cubre publicaciones posteriores al 25 de agosto de 2025. El mensaje es claro: el uso indebido de libros protegidos, en cualquier contexto de IA, tiene un coste millonario.
Reacciones, precedentes y una industria en alerta
Entre abogados y asociaciones de autores, el acuerdo ha sido recibido casi con alivio: representa la mayor compensación jamás registrada en EEUU dentro del terreno del copyright frente a IA. Según el equipo legal de los escritores, la resolución “marca un antes y un después” para la consideración de la propiedad intelectual frente a la revolución de los algoritmos generativos.
Aun así, la partida no termina aquí. Para los autores, toca estar atentos a la web oficial del acuerdo, AnthropicCopyrightSettlement.com, donde podrán consultar la lista completa de obras afectadas y los detalles sobre sus derechos y opciones.
¿Qué dice Anthropic? Palabra de la tecnológica
Aparna Sridhar, asesora general adjunta de Anthropic, ha insistido en que la empresa quiere seguir apostando por “sistemas de IA seguros que ayuden a resolver problemas complejos y empujen el avance científico”. Pero estas buenas intenciones no han evitado la reprimenda pública ni el impacto financiero.
IA, cultura digital y el reto del copyright
Lo cierto es que el pulso entre tecnología y derecho de autor apenas comienza. Si gigantes como Anthropic han tenido que recular, ¿qué pasará cuando la industria editorial, los músicos o el cine pongan el grito en el cielo por prácticas tan opacas como el scraping masivo?
El veredicto de este conflicto es un aviso a navegantes: en la carrera de la inteligencia artificial, la creatividad humana conserva (por ahora) su valor, y quienes la explotan sin permiso pueden acabar rindiendo cuentas —y pagando facturas monumentales. ¿Será, al fin, el inicio de una nueva ética digital en el desarrollo de IA?